Distinció al mèrit cultural de la GVA
Suelo seguir los actos del Nou d’Octubre desde la televisión, cómodamente sentado en el sillón de mi casa. No recuerdo haber asistido nunca personalmente a la fiesta oficial de los valencianos, aquel día que las tropas cristianas entraron en el cap i casal para acabar con muchos siglos de civilización musulmana, excepto, con toda seguridad, cuando esa festividad se trasladó a la ciudad de Alicante, al castillo de Santa Bárbara. Ese día rompí la tradición de quedarme en casa festejando mi aniversario (parece evidente que un servidor estaba predestinado para lo de la autonomía porque, aunque nacido en la Barcelona de 1946, fue precisamente un nueve de octubre cuando vine al mundo). También ese día los alicantinos y alicantinas contemplaron perplejos y un poco asustados lo que significaban las hordas blaveras llegadas de Valencia y que algunos alicantinos ya habíamos sufrido en nuestras carnes mientras morábamos en la capital del Regne…
Bien. Todo esto viene a cuento porque el pasado nueve de octubre, cómodamente instalado en el sillón de mi casa alicantina, llegué a emocionarme (incluso los socialistas y culers somos capaces de hacerlo a pesar de los muchos años que llevamos a cuestas) al ver como una de las hijas de la Merxe (Olga o Núria, tanto monta) recibía el galardón de la Generalitat Valenciana que premiaba, junto a otros dos componentes de aquella mítica Cançó, Paco Muñoz, con el que mi hija disfrutaba de pequeña, y Lluis Miquel, antiguo líder de los Quatre Z y más tarde metido a promotor y representante musical con el que organizamos uno de los últimos actos de Música’92 como homenaje a todos aquellos que hicieron posible el renacer del valenciano.
La distinción institucional a la Merxe fue un acto de respeto institucional a una persona viva, inquieta y profundamente entregada a la causa de la cultura popular. Otras y otros habrán en estas páginas que contarán historias de su vida (corta) y milagros (muchos), de su quehacer artístico e institucional o de sus salidas ingeniosas y graciosas, capaces de salvar cualquier situación por difícil que lo pareciera. Un servidor, tuvo el honor y el placer de conocerla e ir muchas veces al cine en aquellas largas noches valencianas para un exiliado voluntario alicantino compartiendo aquella deliciosa crema de chufa en una horchatería de Alboraya esperando que comenzara la sesión doble en la terraza de verano Lumière (¿qué mejor nombre para un cine?) y cargados, para que nada faltara, con bocatas de tortilla de patata y fanta de limón; que fui tratado cariñosamente (como todo el mundo) por ella cuando le tocó ejercer de maestra de ceremonias en la antesala del conseller Ciscar (la Merxe conocía a todo el mundo cultural); que la seguí, también, por la tele autonómica, en aquellos programas que presentaba las muchas y buenas bandas de música de nuestro País Valenciano cuando para mí la Consellería de Cultura ya no era más que un recuerdo nostálgico y sentimental; que mantuve un discreto pero continuo contacto telefónico con ella por el que supe, así, de su enfermedad, de sus ganas de vivir y de su fortaleza luchadora capaz de enderezar el Micalet de la Seu; y que siempre que iba a Valencia, normalmente para presentar alguno de esos libros de viaje que me ha dado por dejar para la historia (¡jé!), se acercaba a saludarme y echábamos unas risas recordando aquellos tiempos en que todo parecía más sencillo de conseguir. En fin Merxe, que t’estime.
Emili Soler
Imatges
Arxius